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lunes, 29 de octubre de 2012

Capitulo 16



Gustav: ¿No te dieron el trabajo?
Tom: El trabajo prácticamente me lo dieron, es... Es otra cosa.
Gustav: No te entiendo Tom...
Tom: Ya te lo explicaré mañana... Ahora... Me voy a dormir.
Gustav: Como quieras... Buenas noches.

[b]Fin de la conversación telefónica[/b]

Tom desconectó el telefono y volvió a tirarse al sofá, intentando no comparar sus maravillosos recuerdos con la deprimente actualidad. Pero no pudo evitarlo, le era imposible no llegar a la conclusión de que, los viejos tiempos nunca volverán.

...

Gustav: Bueno... No se qué mosca le habrá picado a Tom pero... Esta noche te quedas a dormir aqui.

A Denis no le sorprendió la noticia. Se esperaba algo asi, y desde hacía tiempo había intentado restarle importancia a la forma que Tom tenía de desaparecer de repente, pero cada vez que lo hacía, sentía que Tom se alejaba más de ella, se sentía abandonada. A duras penas, controló la rabia que quería salir por sus ojos en forma de lágrimas.

Gustav: Pero según me contó le fue muy bien la entrevista... Resulta de que la dueña del bar es amiga suya de la infancia, ¿sabes? Eso le ha subido puntos.- Denis había dejado de escuchar hace un rato, pues no tenía ganas nada más que de acostarse.- Viendo las horas que son sería mejor que te acostaras, yo recojo esto. La camiseta esa grande la tienes en la mesita de noche, en el segundo cajón.

Ella se levantó de la mesa y se dirigió a la habitación, sacó la susodicha camiseta y se la puso, metiendose en la cama y arropandose hasta la cintura. Comenzó a acariciar su vientre, recordando que si Tom la abandonaba, no solo le abandonaría a ella, si no que tambien abandonaría a su bebé.
Finalmente, las lágrimas acudieron a ella, de manera descontrolada y sofocante. Decidió incorporarse pues no podía respirar bien con el vientre asi de inchado, y por fin pudo cojer aire para, luego seguir llorando. Le daba miedo pensarlo. Si ahora Tom desaparecía cada dos por tres, qué pasaría cuando naciera el bebé. Y si se veía obligado a llamarle Bill, quizás eso haría que Tom rechazara al bebé por completo, y por lo tanto a ella tambien. Y se quedaría sola. Con un bebé y sola.

Gustav: ¿Denis, Denis estás bien, qué te pasa?

Rápido y alarmado Gustav corrió a arrodillarse frente a ella, queriendo levartarle la cara para que le mirara a los ojos. Denis agarró sus manos con fuerza y las llevó a su vientre, donde su hijo se revolvía en su interior. Quizás de nerviosismo, quizás de tristeza, quizás de ganas por salir y abrazar a su madre.

Gustav: No llores Denis, no... Vamos mujer...- Tras soltarles las manos, se sentó a su lado y la rodeó con el brazo, estrechandola contra él.- ¿Es por Tom? Oh venga no te preocupes... A veces le dan bajones y prefiere estar solo, es normal... Todos necesitamos estar solos en algun momento... Si no, estallaríamos, y haríamos mucho daño a la gente que queremos... Venga, relajate mujer... Mañana vendrá a recogerte.

Denis cogió aire de nuevo y procuró calmarse. Jamás imaginó que Tom pudiera pasarlo tan mal por su culpa. Él hacía todo lo que estaba en sus manos para que ella se sintiera agusto, y ella... simplemente le creaba problemas.
Se secó la cara con resignación, dando a entender a Gustav de que lo peor ya había pasado. Él la estrechó una última vez para reconfortarla y le lanzó una pequeña sonrisa.

Gustav: Mañana por la mañana te llevaré a tu casa...  Llevaremos algo para desayunar y asi Tom no tendrá que cocinar, y desayunamos los tres juntos, ¿te parece?

Ella sonrió a duras penas, para conseguir que Gustav se fuera tranquilo de la habitación. Volvió a tumbarse, aún con la sensación en el pecho de que debía disculparse con Tom como fuera por todas las molestias que le estaba causando. Nadié le obligó a que cuidara de ella y aún asi... Él siempre estaba ahí. Siempre, menos esa noche.

...

Gustav: ¡¡TU ERES IMBÉCIL!!

A pesar del sobresalto, del portazo y del estrellar las llaves contra la cómoda de la entrada, Tom no se preocupó lo más minimo por la voz encolerizada que se acercaba a él a través del pasillo.

Gustav: ¡Me desconectas el teléfono, te dejas la puerta abierta y si vieras la que he liado para encontrar las llaves del coche...!

Finalmente, y para no cabrear más de la cuenta a su amigo, Se dió la vuelta sobre si mismo, y lo miró con los ojos entrecerrados, a causa de la luz del sol que entraba por la ventana del salón.

Gustav: ¿Q... Qué haces ahí en el suelo?
Tom: Me habré caido... Del sofá...
Gustav: Has dormido en el sofá. Genial.

Tom miró tras la figura de Gustav, y descubrió que Denis estaba en el umbral de la puerta del salón, mirándo en su dirección, pero sin mirarle a él. Se levantó como pudo, notando cómo le dolía el cuerpo, bien por la caida, bien por lo duro que estaba el suelo. Se sacudió un poco la ropa, descubriendo que estaba lleno de cenizas de cigarro, sobre las cuales había caido.

Tom: Vaya... Mierda.- Murmuró mirando su ropa.
Gustav: Dúchate. Cambiate. Y vuelves. Hemos comprado algo para desayunar... Te esperamos.

Tom apartó la vista de si mismo y esquivó a su amigo con la cabeza gacha, sin mirar siquiera a Denis.
En cuanto desapareció tras la puerta de su habitación, la chica fue a la cocina a soltar la bolsa con los pastelitos, y cogió el cepillo y el recogedor, para barrer el salón.

Gustav: ¿Que haces...? Trae, ya lo hago yo.

Gustav intentó quitarle el cepillo a Denis, pero esta se resistió, y con una mirada de enfado, consiguió hacer que soltara el cepillo y la dejara barrer a ella.
Limpió las cenizas y las echó a recogedor, sintiendose realizada por una vez en mucho tiempo.
Volvió a la cocina y dejó apartado el cepillo, para dedicarse a sacar  el mantel, servilletas y platitos para el desayuno, los cuales llevó al salón y los colocó con gracia sobre la mesa.

Gustav: ¿Me dejas ayudarte? - Ella negó.- Eres una cabezota.

Con una sonrisa, y tras terminar de colocar los platos, fue a sacar la leche y el café, azucar, tazas, cucharillas y en su caso, chocolate en polvo, pues nunca le gustó el café. Lo puso todo sobre una bandeja y con más dificultad de la que esperaba, lo llevó hasta la mesa, pero antes de llegar, Gustav se la quitó.

Gustav: Como Tom vea que te dejo hacer esto, me mata. Lo sabes, ¿no?- Él mismo repartió la mesa, mientras ella disponía los dulces en un plato grande.
Tom: ¿Y esto?

Oyó la voz de Tom en el salón. Con aún más entusiasmo que antes, cogió el plato y lo llevó al salón, apareciendo como esas chicas que dan muestras de comida en los supermercados. Tom la contempló confuso. No sabía si devolverle la sonrisa, enfadarse con ella por poner la mesa, agachar la cabeza avergonzado por su comportamiento... Finalmente no hizo nada. Tan solo mirarla. Estaba sonriendo. Y mucho. Eso le dejaba de piedra, pero en el fondo de su estomago explotaban fuegos artificiales.


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